La muerte y los impuestos son inevitables, pero siempre se
desea que lleguen lo más tarde posible. Es molesto pagar impuestos cuando
tienen un carácter confiscatorio, pero una buena parte del bienestar social se
consigue mediante ellos. Los contribuyentes siempre nos hemos quejado a la hora
de ponernos al día con el Fisco, pero nos consuela no vivir, por ejemplo, en el
siglo XI donde los campesinos, que no eran dueños de nada, tenían que pagar el
diezmo a la Iglesia, el arrendamiento al señor, los impuestos reales, las tasas
por usos y costumbres, etc. Al final, todo era miseria después de haberse
dejado la piel bajo el sol.
Los impuestos también tienen un límite: llegado el caso,
cuanto más altos sean los impuestos, mayores incentivos tienen los
contribuyentes para evitarlos. Para evitar el fraude, los inspectores de
Hacienda revisan con minucia cualquier aspecto de los contribuyentes que pueda
dar lugar al fraude fiscal. Aun siendo un cumplidor ejemplar, no se está exento
de que Hacienda nos investigue; y no porque se haya hecho mal la declaración,
sino porque también hace inspecciones aleatorias. Dicho de otra forma: todos
somos sospechosos para el Fisco.
Hacienda conoce casi a la perfección a cada contribuyente. Por
eso, cuando los datos que se declaran voluntariamente no concuerdan con los de
la Agencia Tributaria, le salta una alarma de aviso y comienza la revisión. Si
los datos erróneos provienen de errores de cálculo Hacienda envía una paralela
o pide algún tipo de documentación para aclarar la discrepancia, pudiendo
llevar a una inspección: si todo está correcto, no pasa nada, excepto del
engorro de presentar los datos solicitados. Si se trata de un error, sin poder
demostrar la inocencia, es posible que la inspección termine con una sanción.
Ante una inspección es mejor colaborar que no mantenerse al margen y esperar a
ver qué pasa.
La Agencia Tributaria dispone de la práctica totalidad de
nuestra actividad económica debido a que ésta es facilitada por todos las
personas físicas y jurídicas que han estado en contacto económico con el
contribuyente. Esa información se contrasta con la que emite el contribuyente
cuando presenta la declaración. Si ambas informaciones no concuerdan, Hacienda
comienza un proceso de verificación y llama al contribuyente para advertirle
del error.
Por eso, es primordial para cualquier persona saber qué
datos tiene Hacienda de él y actuar en consecuencia. Pero cuidado, que no los
tenga Hacienda no quiere decir que no existan y no se declaren, puede que los
datos que no tenga le lleguen tarde y en ese momento la inspección está
asegurada.
Una de las principales causas que pone en alerta a la Agencia
Tributaria es que la declaración salga a devolver con una cantidad excesiva. Si
es así, se debe de comprobar antes de presentarla y verificar que los datos
declarados son correctos y que se ajustan a la realidad. Si no es así, es muy
fácil que Hacienda detecte de inmediato el fraude. Presentar una declaración
con errores es siempre responsabilidad del contribuyente, independientemente de
quien la haya realizado. Si es un profesional al que se le ha encargado su
elaboración puede que tenga responsabilidad, pero ante Hacienda responde el
contribuyente.
No presentar la declaración y esperar a ver qué pasa no es
la mejor opción. En este caso, nadie se escapa. La sombra de Hacienda es
universal y tiene alertas específicas para todos aquellos contribuyentes que
teniendo la obligación de presentar la liquidación del IRPF no lo hacen.
El Fisco tiene varias formas de comunicar a los
contribuyentes que no han hecho la declaración bien. Una de ellas, la más
común, es lo que se denomina “declaración paralela”. Se llama así porque la
Agencia Tributaria envía una declaración con dos columnas: en una se muestran
los datos declarados y en otra paralela los datos correctos. Normalmente, nunca
es a favor del contribuyente. Es decir, si sale apagar, habrá que pagar más y, si
sale a devolver, devolverá menos.
Si es el propio contribuyente el que se da cuenta de que ha
cometido un error lo más aconsejable es que presente una “declaración
complementaria” antes de que el Fisco se percate del error. Hacer una
complementaria evita la sanción, pero no el recargo en el caso de que
corresponda.
Lo más temido es cuando Hacienda comunica que va a llevar a
cabo una inspección, bien de modo aleatorio o bien porque ha detectado algún
tipo de irregularidad. Aquí no queda otra que resignarse y aportar toda la
documentación que sea requerida. Es mejor ser colaborativo que esquivo. Las
multas en estos casos pueden llegar a ser un potosí.
La campaña que ahora comienza pertenece al ejercicio 2022.
Como digo siempre, la declaración se habrá realizado en diciembre y se presentará
ahora. Digo esto porque antes de que finalice el año fiscal se puede ajustar el
impuesto sin llegar a defraudar. Se puede, por ejemplo, aflorar minusvalías,
amortizar hipoteca hasta el límite disponible, aportar a planes de pensiones,
aportar a ONG’s, anticipar o posponer ventas de patrimonio, etc.
Esta campaña incluye pocas novedades con respecto a la del
ejercicio anterior. Para el que viene, al aprobarse medidas fiscales con el
objetivo de que aporten más los que más tienen, será otra cosa. Pero eso será
ya para el año que viene.
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