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Durante la etapa laboral, se realizan aportaciones con el
fin de abonar las pensiones públicas de los jubilados existentes en ese
momento; cuando finaliza esa etapa, el proceso se invierte y sigue sucediendo
lo mismo, con la diferencia de que serán otros trabajadores los que hagan las
aportaciones pertinentes para que aquellos trabajadores iniciales cobren su merecida
retribución pública. Respecto a los factores económicos que decía, se reflejan
perfectamente en el déficit del sistema en tanto que los gastos superan a los
ingresos según estaban establecidos, provocando, ya lo hemos visto, la
liquidación del Fondo de Reserva de la Seguridad Social. La falta de previsión induce
a que el sistema público se vea abocado al fracaso, quedando como casi única
solución complementar la pensión con el ahorro privado. Cuando hablo de fracaso
no me refiero a quiebra, porque las pensiones nunca quebrarán si el Estado no
lo hace antes, me refiero a que las cuantías no serán equiparables a las
actuales rozando la posibilidad de que no sean capaces de satisfacer las
necesidades básicas financieras. Ni qué decir tiene que la pensión pública no será
capaz de conseguir el nivel de vida de la época en que se estuvo en activo.
En lo que a la pensión de jubilación se refiere, no es lo
mismo lo que se piensa, lo que nos gustaría y lo que se hace en realidad. Y
digo esto porque nueve de cada diez trabajadores piensan que sus ingresos se
verán reducidos durante la prestación pública de jubilación. Seis de cada diez
creen que será necesario complementar la pensión con ahorro privado. Cinco de
cada diez no ahorran de cara a la jubilación, pero sólo tres de cada diez lo
hacen de forma personal.
Según esos datos, somos conscientes de que es necesario
fomentar el ahorro para la jubilación, pero ponerse a ello es otra cosa. Según
la mayoría de los expertos, el problema radica en la falta de hábito para
conseguir el bienestar financiero provocado por la carencia de la adecuada
formación financiera. Está claro que una vez adquirida cierta educación, ya se
tienen las herramientas para poder tomar las decisiones más oportunas sobre el
ahorro de cara al largo plazo y desarrollar los hábitos más saludables para
adquirir el tan deseado bienestar financiero. Por eso, esa necesidad de
reforzar la ecuación financiera desde el colegio, aunque fuese necesario
retirar del plan educativo esas materias que no se sabe muy bien para qué se
estudian porque, en la mayoría de los casos, no tendrán utilidad en el futuro.
Sin embargo, los conocimientos, tanto teórico como prácticos, sobre algo tan
relevante como las finanzas se van a necesitar nada más dé comienzo la etapa
adulta.
En lo que a la pensión de jubilación se refiere, no es lo mismo lo que se piensa, lo que nos gustaría y lo que se hace en realidad
Tan importante como la formación es la información: no
estaría mal que, a todos aquellos que tenemos más de 50 años, se nos diese una
estimación aproximada e individualizada del importe de la pensión que
percibiremos cuando nos llegue la hora de la jubilación. Teniendo en la mano
esa información, sería de ayuda a la hora de planificar mejor el retiro,
pudiendo realizar una correcta planificación del ahorro alcanzando las
expectativas de ingresos durante la etapa dorada que cada vez, afortunadamente,
es más larga. En cualquier caso, la falta de información impide gestionar
adecuadamente los ahorros dedicados a la jubilación con el fin de ajustar las
necesidades reales de cada individuo.
Por otro lado, está la propia concienciación respecto a la
proactividad individual que se necesita para planificar nuestra propia
jubilación, porque no es discutible que el sistema que hasta ahora han
disfrutado nuestros ascendentes ya no es sostenible: habrá que pagar más en el
futuro a cambio de menores prestaciones. El futuro económico de la edad dorada
depende de cómo se gestione el ahorro y la inversión en la etapa de actividad
laboral, adecuando el nivel de vida que se tiene en la actualidad al que se
tendrá al ser pensionista. Al final, de lo que se trata es de evitar la
reducción de la tasa de sustitución (indicador que mide el grado en el que un
sistema de pensiones logra su objetivo principal: sustituir las rentas
percibidas durante la etapa laboral, manteniendo un poder adquisitivo lo más
similar posible durante la jubilación).
La OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económico) en su informe bienal, destaca que la combinación entre el
envejecimiento y la disminución de la población activa provocará una distorsión
en el sostenimiento de los regímenes de previsión social que estén basados en
un sistema de reparto, como es el caso de nuestro sistema: en 1980 había dos
mayores de 65 años por cada diez personas en edad de actividad laboral,
haciendo una previsión para el 2060 será de tres por cada dos. La citada
organización hace una mención especial a los trabajadores por cuenta propia,
los cuales tendrán más complicado el mantenimiento de su poder adquisitivo una
vez abandonen la etapa de actividad laboral, y ello es debido a que el 70% cotizan
por la base mínima porque, primero, lo ven como un gasto y no como una
inversión y, segundo, porque los trabajadores autónomos no están obligados a
contribuir con sus cotizaciones según los ingresos recibidos, de ahí la gran
distancia que los separa de los trabajadores por cuenta ajena.
No se puede dejar nuestro futuro económico únicamente en manos de Papá Estado ni se puede ser prisionero del sistema. El establecimiento de una estrategia de ahorro a largo plazo debe de comenzar en el mismo instante que la persona comienza con su vida laboral, acomodándose en cada momento a la capacidad de ahorro según las diferentes etapas financieras por las que atraviesa hasta que se llega a la jubilación. Y el tiempo, en este caso, siempre juega en contra. La planificación de la jubilación es una tarea larga y tediosa, que siempre requiere de una serie de conocimientos financieros; por ello, muchas veces, en el caso de carecer de esa formación que en la actualidad tanto se echa de menos, es conveniente acudir a un asesor financiero independiente, que, sin dudarlo, en su gestión, combinará el sistema de reparto estatal con un sistema privado de capitalización.
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