25 de enero de 2022

El importe de la Pensión de Jubilación también dependerá de nosotros mismos

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La vida está plagada de incertidumbres, estando relacionadas con el futuro económico personal gran parte de ellas. Los sistemas públicos de pensiones, con el tiempo, debido al cambio demográfico y a factores económicos, han ido adquiriendo desequilibrios. El aumento de la esperanza de vida es directamente proporcional al pago de pensiones durante más tiempo. De igual modo, el descenso de la natalidad anticipa una reducción futura de cotizaciones para pagar las pensiones estatales del futuro. Cuando se ideó la viabilidad del sistema en vigor nunca se pensó, por ejemplo, que podrían coincidir hasta dos generaciones recibiendo una pensión pública, y no me refiero a que esta situación surja de una forma esporádica: según va pasando el tiempo ocurre con más frecuencia.

Durante la etapa laboral, se realizan aportaciones con el fin de abonar las pensiones públicas de los jubilados existentes en ese momento; cuando finaliza esa etapa, el proceso se invierte y sigue sucediendo lo mismo, con la diferencia de que serán otros trabajadores los que hagan las aportaciones pertinentes para que aquellos trabajadores iniciales cobren su merecida retribución pública. Respecto a los factores económicos que decía, se reflejan perfectamente en el déficit del sistema en tanto que los gastos superan a los ingresos según estaban establecidos, provocando, ya lo hemos visto, la liquidación del Fondo de Reserva de la Seguridad Social. La falta de previsión induce a que el sistema público se vea abocado al fracaso, quedando como casi única solución complementar la pensión con el ahorro privado. Cuando hablo de fracaso no me refiero a quiebra, porque las pensiones nunca quebrarán si el Estado no lo hace antes, me refiero a que las cuantías no serán equiparables a las actuales rozando la posibilidad de que no sean capaces de satisfacer las necesidades básicas financieras. Ni qué decir tiene que la pensión pública no será capaz de conseguir el nivel de vida de la época en que se estuvo en activo.

En lo que a la pensión de jubilación se refiere, no es lo mismo lo que se piensa, lo que nos gustaría y lo que se hace en realidad. Y digo esto porque nueve de cada diez trabajadores piensan que sus ingresos se verán reducidos durante la prestación pública de jubilación. Seis de cada diez creen que será necesario complementar la pensión con ahorro privado. Cinco de cada diez no ahorran de cara a la jubilación, pero sólo tres de cada diez lo hacen de forma personal.

Según esos datos, somos conscientes de que es necesario fomentar el ahorro para la jubilación, pero ponerse a ello es otra cosa. Según la mayoría de los expertos, el problema radica en la falta de hábito para conseguir el bienestar financiero provocado por la carencia de la adecuada formación financiera. Está claro que una vez adquirida cierta educación, ya se tienen las herramientas para poder tomar las decisiones más oportunas sobre el ahorro de cara al largo plazo y desarrollar los hábitos más saludables para adquirir el tan deseado bienestar financiero. Por eso, esa necesidad de reforzar la ecuación financiera desde el colegio, aunque fuese necesario retirar del plan educativo esas materias que no se sabe muy bien para qué se estudian porque, en la mayoría de los casos, no tendrán utilidad en el futuro. Sin embargo, los conocimientos, tanto teórico como prácticos, sobre algo tan relevante como las finanzas se van a necesitar nada más dé comienzo la etapa adulta.

En lo que a la pensión de jubilación se refiere, no es lo mismo lo que se piensa, lo que nos gustaría y lo que se hace en realidad

Tan importante como la formación es la información: no estaría mal que, a todos aquellos que tenemos más de 50 años, se nos diese una estimación aproximada e individualizada del importe de la pensión que percibiremos cuando nos llegue la hora de la jubilación. Teniendo en la mano esa información, sería de ayuda a la hora de planificar mejor el retiro, pudiendo realizar una correcta planificación del ahorro alcanzando las expectativas de ingresos durante la etapa dorada que cada vez, afortunadamente, es más larga. En cualquier caso, la falta de información impide gestionar adecuadamente los ahorros dedicados a la jubilación con el fin de ajustar las necesidades reales de cada individuo.

Por otro lado, está la propia concienciación respecto a la proactividad individual que se necesita para planificar nuestra propia jubilación, porque no es discutible que el sistema que hasta ahora han disfrutado nuestros ascendentes ya no es sostenible: habrá que pagar más en el futuro a cambio de menores prestaciones. El futuro económico de la edad dorada depende de cómo se gestione el ahorro y la inversión en la etapa de actividad laboral, adecuando el nivel de vida que se tiene en la actualidad al que se tendrá al ser pensionista. Al final, de lo que se trata es de evitar la reducción de la tasa de sustitución (indicador que mide el grado en el que un sistema de pensiones logra su objetivo principal: sustituir las rentas percibidas durante la etapa laboral, manteniendo un poder adquisitivo lo más similar posible durante la jubilación).

La OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) en su informe bienal, destaca que la combinación entre el envejecimiento y la disminución de la población activa provocará una distorsión en el sostenimiento de los regímenes de previsión social que estén basados en un sistema de reparto, como es el caso de nuestro sistema: en 1980 había dos mayores de 65 años por cada diez personas en edad de actividad laboral, haciendo una previsión para el 2060 será de tres por cada dos. La citada organización hace una mención especial a los trabajadores por cuenta propia, los cuales tendrán más complicado el mantenimiento de su poder adquisitivo una vez abandonen la etapa de actividad laboral, y ello es debido a que el 70% cotizan por la base mínima porque, primero, lo ven como un gasto y no como una inversión y, segundo, porque los trabajadores autónomos no están obligados a contribuir con sus cotizaciones según los ingresos recibidos, de ahí la gran distancia que los separa de los trabajadores por cuenta ajena.

No se puede dejar nuestro futuro económico únicamente en manos de Papá Estado ni se puede ser prisionero del sistema. El establecimiento de una estrategia de ahorro a largo plazo debe de comenzar en el mismo instante que la persona comienza con su vida laboral, acomodándose en cada momento a la capacidad de ahorro según las diferentes etapas financieras por las que atraviesa hasta que se llega a la jubilación. Y el tiempo, en este caso, siempre juega en contra. La planificación de la jubilación es una tarea larga y tediosa, que siempre requiere de una serie de conocimientos financieros; por ello, muchas veces, en el caso de carecer de esa formación que en la actualidad tanto se echa de menos, es conveniente acudir a un asesor financiero independiente, que, sin dudarlo, en su gestión, combinará el sistema de reparto estatal con un sistema privado de capitalización.

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