24 de abril de 2020

La difícil tarea de ser inversor doméstico

Hace ya algún tiempo, leí la entrevista que una publicación económica le hizo a un gestor de un mega fondo cuya política de inversión estaba basada en la Renta Variable. Explicaba cómo, sin ningún tipo de escrúpulo, era capaz de romper soportes o resistencias a su antojo, con la única intención de equivocar al “pobre incauto inversor doméstico” y a los analistas técnicos, para que entrasen o saliesen de los valores que él marcaba. De esta forma conseguía mover las acciones para lucro del fondo que gestionaba. Si ese gestor era capaz de hacer eso, pienso yo, los demás inversores institucionales también lo podrían hacer pues, al mover cientos de millones, moverán el Mercado. Efectivamente, así era, así es y, por desgracia, así será.

Lo anterior, que no deja de ser una realidad anecdótica dejando al pequeño inversor como el perdedor del Mercado, me viene al pelo para hablar del papel que les toca representar a los inversores domésticos, particulares o minoristas. Ya lo he dicho alguna vez: les toca, simplemente, recoger las migajas de los cadáveres que dejan tras de sí los grandes tiburones financieros.


Existen en el Mercado dos tipos de inversores: el institucional y el minorista.

El inversor institucional está formado por fondos de inversión, bancos, compañías de seguros, etc. Es decir, instituciones que hacen grandes inversiones representando a muchos inversores. Son capaces de comprar y vender fuera de Mercado y, en ocasiones, participan en colocaciones privadas que únicamente están dedicadas a ellos.

El inversor minorista es aquél que posee valores de forma individual. También se les conoce como inversores domésticos, particulares o pequeños inversores.

Entonces, te preguntarás ¿qué pinta el inversor minorista en todo este mundo? Pues pinta que no es tonto y que también sabe hacer las cosas para sacarle rendimiento al Mercado de la misma forma que lo hacen los grandes.
Este mundo es difícil a pesar de que la mayoría piense que es un juego consistente en vender caro lo que antes se compró barato. El Mercado ha tirado (literalmente), a miles de inversores a los abismos de las pérdidas, aunque, afortunadamente, esto no les sucede a todos los inversores, pero sí a la mayoría. ¿Por qué?

Porque se opera sin el más mínimo criterio. Porque no se le presta atención al intermediario y se pagan comisiones desorbitadas. Porque se vende sin finalizar la ganancia y se mantienen las pérdidas. Porque no se diversifica. Porque se adquieren acciones que dicen otros sin el criterio de saber lo que se compra. Porque se supone que es similar a un juego de azar. Porque se creen los mejores. Porque… Porque… Lo de siempre. Este mundo requiere un estudio previo, una dedicación, un esfuerzo y una formación que permita adquirir un método que sea capaz de gestionar el ahorro y que éste llegue a trabajar para el ahorrador. Está claro, hay que tomarse el tiempo necesario en aprender cómo funcionan los Mercados Financieros y así adquirir la experiencia apropiada para navegar por ese mar. Se está haciendo lo mismo que los profesionales, pero sin saber lo que se hace y eso, amigos ahorradores, es un error que si se corrige se tendrá éxito en los Mercados.

Las acciones que se compran en el Mercado son las mismas para todos. No hay distinción entre las que compran los inversores institucionales y las que compran los inversores domésticos. Entonces, ¿dónde está el problema? Muy sencillo. En la forma de gestionarlas.

El profesional lleva toda la vida en esto, es su profesión y, aun así, no siempre le va bien porque no sabe qué va a ocurrir mañana. Pero lo que sí tiene claro es que, si tiene que perder algo, lo pierde con mucho gusto a cambio de no quedarse pillado. ¿Quién no le ha arreglado un juguete a su hijo sin ser mecánico? Pues aquí es igual. El objetivo de la inversión en los Mercados Financieros no debe de ser hacerse rico, se trata de obtener una rentabilidad (en este caso no me refiero al profesional) y si a la vez es motivo de entretenimiento, mucho mejor. Está muy bien gestionar nuestro propio dinero, pero planificando el riesgo, el plazo y entender siempre lo que se está haciendo. La inversión por intuición es pérdida por obligación. Ganar dinero invirtiendo en el Mercado Bursátil dependerá de la habilidad del inversor no del azar, aunque algunas veces la suerte se ponga de nuestro lado.

En Bolsa hay indicadores para todo y alguno muy curioso como el indicador que recoge la actuación del dinero inteligente en contraposición con el dinero no inteligente. El dinero no inteligente es el dinero de los inversores minoristas y, el dinero inteligente es el dinero de los inversores institucionales. Pues como os podéis imaginar el dinero inteligente es, con creces, mucho más rentable que el otro. ¿Por qué? Porque los profesionales del Mercado saben gestionar el dinero mejor que los inversores minoristas.

Con lo cual, se podría llegar a pensar que el inversor particular no debería de gestionar su dinero, pero no quiero dar esa impresión. Todo lo contrario. El pequeño inversor tiene capacidad para eso y mucho más, pero desarrollando una metodología de análisis y gestión que le lleve al éxito pasando por micro fracasos que son los que enseñarán a corregir los errores, evitando males mayores. Cuando la gestión se realiza correctamente genera satisfacciones como las del agricultor que recoge su cosecha después del esfuerzo de su trabajo.

Las acciones que se compran en el Mercado son las mismas para todos

La satisfacción del ahorrador, convertido en inversor, es ver crecer su dinero asumiendo con rigor que las rentabilidades pasadas no garantizan las rentabilidades futuras.

El gestor, del que os hablaba al principio y que prefiero mantener en el anonimato, rara vez ha sido capaz de batir a la rentabilidad del Mercado. Por algo será. Y, sin embargo, conozco a mucho minorista que año tras año se ha ido forjando su pequeño capital sin necesidad de que un profesional le gestione su dinero.

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