5 de abril de 2022

El trance de pasar de Ahorrador a Inversor

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Los españoles, en general, tenemos más de ahorradores que de inversores y esa estrategia, en un entorno de bajos tipos de interés y alta inflación, sale bastante cara debido a la constante pérdida de poder adquisitivo para todo ese ahorro acumulado. No olvidemos, que, según las encuestas realizadas, más de la mitad del ahorro de todas las unidades familiares está en productos cuyo riesgo es ínfimo, lo que hace que no se consiga ningún rendimiento. Y lo peor no es eso, lo peor es que la amenaza de la inflación sobrevuela los ahorros acumulados haciendo que el interés real que recaiga sobre ellos sea negativo. Por esta razón, al patrimonio personal hay que prestarle la atención precisa para que no quede en ningún momento desatendido, dejando de tener sentido canalizar el ahorro a través de productos de inversión que hace ya bastante tiempo dejaron de ser rentables. Todo el ahorro que en el pasado no haya ofrecido un rendimiento superior a la inflación solo ha supuesto una merma del poder adquisitivo. Habrá que dejar el camino del ahorrador que antaño tantas satisfacciones dio a los ahorradores convencionales y habrá que coger el camino del inversor para no sacrificar los posibles rendimientos futuros. Ha llegado el momento de concienciarse de que el dinero tiene la obligación de trabajar para nosotros en productos diferentes a los depósitos, cuentas, pagarés o Letras del Tesoro porque ya no son una solución que aporte rentabilidad positiva sin riesgo ni esfuerzo. La cultura financiera y la aversión al riesgo (posibilidad de obtener un resultado diferente al esperado) son probablemente los dos factores más importantes que han llevado a esta situación.

Adentrarse en la aventura de pasar de ahorrador a inversor no es fácil en ningún caso, pero mucho menos si hay que hacerlo por necesidad. Por eso, todos los expertos recomiendan hacerlo con una cantidad inicial moderada para familiarizarse con los vaivenes de los Mercados Financieros por el impacto que produce en el patrimonio del inversor y, por supuesto, no caer en el pánico ante las habituales correcciones ni en la euforia de los también habituales momentos de subida.

La primera medida que se ha de tomar es contar con una reserva de liquidez que se pueda recuperar en cualquier momento sin penalización y que sea lo más rentable posible, aunque en el entorno actual si no genera gastos ya es suficiente. Esa reserva, que servirá para atajar un gasto imprevisto, será el equivalente a unos tres meses de ingresos netos. Conseguido este primer reto, con el resto del dinero ya se puede disponer de él para ser invertido, eso sí, asumiendo algo más de riesgo que en la etapa anterior como ahorrador.

Los Fondos de Inversión, por ser los vehículos de inversión más versátiles que existen, son los productos más adecuados para el ahorrador que decide dar su primer paso hacia la inversión. Y son los más idóneos por su fiscalidad (solo se pagan impuestos por los reembolsos), por su diversificación, por su liquidez, por la amplia gama que existe, por haber un determinado fondo para cualquier tipo de inversor, por adaptarse a su nivel de riesgo, por contar con una gestión personalizada y porque todos los ahorradores pueden acceder a ellos.

Pasar de ahorrador a inversor requiere, según la normativa europea Mifid II, someterse a una prueba de idoneidad para determinar el horizonte de inversión, el perfil de riesgo que puede asumir y el tipo de producto al que se puede acceder en función de los conocimientos y experiencia del ahorrador. Esta prueba la hace la entidad financiera a través de la cual se canaliza el ahorro para que el asesor tenga más conocimiento sobre el cliente y el ahorrador, venido a más, sea consciente de sus limitaciones y sea capaz de marcar sus objetivos. En función del resultado obtenido, se enmarca al inversor dentro de un perfil determinado marcando así el nivel de riesgo capaz de asumir para poder elegir los productos de inversión más idóneos a su figura. Este test de idoneidad siempre puede ser modificado, pero teniendo en cuanta que no es conveniente adoptar posiciones más agresivas que las que se puedan asumir sin perder el sueño.

Si el ahorrador-inversor no dispone de la cultura financiera adecuada para la nueva etapa inversora será conveniente que acuda a un profesional, en este caso a un asesor financiero independiente, el cual le indicará los productos más adecuados a su perfil y le mantendrá oportunamente informado de la evolución de la cartera de inversión.

Una vez concluidos todos los pasos anteriores, llega el momento de crear la cartera de inversión para que el dinero ahorrado trabaje para el propio ahorrador. A partir de este momento todo será un jardín de rosas, pero habrá espinas por el medio. El mundo de la inversión está lleno de cantos de sirenas y de temidos tiburones financieros sin el más mínimo escrúpulo. No es necesario que haga un recordatorio a los estragos que se cometieron en el pasado, donde multitud de ahorradores, que quisieron convertirse en avezados inversores de inmediato, metieron su dinero en productos totalmente desconocidos para ellos y que al final no eran más que humo maloliente.

En una cartera pensada para el largo plazo pueden tener cabida, y de hecho la tienen, diferentes productos de inversión, unos con más riesgo que otros. Si se tiene claro esto y se está dispuesto a asumir las fluctuaciones venideras, que las habrá, es la mejor forma de rentabilizar los ahorros porque realizar una cartera diversificada, con el riesgo que cada uno pueda asumir, no es tan difícil de crear. Eso sí, se necesita una base de información complementada con unos cimientos de formación que no tienen que ser de posgrado.

Insisto, al ahorrador no le queda otra, al menos por el momento, que asumir un riesgo prudencial si quiere ver algo de rentabilidad. Es verdad que estar en liquidez también se considera una forma de inversión, pero no hay que resignarse a que el patrimonio acumulado durante tiempo sea saqueado sutilmente por la inflación.

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