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Adentrarse en
la aventura de pasar de ahorrador a inversor no es fácil en ningún caso, pero
mucho menos si hay que hacerlo por necesidad. Por eso, todos los expertos
recomiendan hacerlo con una cantidad inicial moderada para familiarizarse con
los vaivenes de los Mercados Financieros por el impacto que produce en el
patrimonio del inversor y, por supuesto, no caer en el pánico ante las
habituales correcciones ni en la euforia de los también habituales momentos de
subida.
La primera
medida que se ha de tomar es contar con una reserva de liquidez que se pueda
recuperar en cualquier momento sin penalización y que sea lo más rentable
posible, aunque en el entorno actual si no genera gastos ya es suficiente. Esa
reserva, que servirá para atajar un gasto imprevisto, será el equivalente a
unos tres meses de ingresos netos. Conseguido este primer reto, con el resto
del dinero ya se puede disponer de él para ser invertido, eso sí, asumiendo
algo más de riesgo que en la etapa anterior como ahorrador.
Los Fondos de Inversión, por ser los vehículos de inversión más versátiles que existen, son
los productos más adecuados para el ahorrador que decide dar su primer paso
hacia la inversión. Y son los más idóneos por su fiscalidad (solo se pagan
impuestos por los reembolsos), por su diversificación, por su liquidez, por la
amplia gama que existe, por haber un determinado fondo para cualquier tipo de
inversor, por adaptarse a su nivel de riesgo, por contar con una gestión
personalizada y porque todos los ahorradores pueden acceder a ellos.
Pasar de
ahorrador a inversor requiere, según la normativa europea Mifid II, someterse a
una prueba de idoneidad para determinar el horizonte de inversión, el perfil de
riesgo que puede asumir y el tipo de producto al que se puede acceder en
función de los conocimientos y experiencia del ahorrador. Esta prueba la hace
la entidad financiera a través de la cual se canaliza el ahorro para que el
asesor tenga más conocimiento sobre el cliente y el ahorrador, venido a más,
sea consciente de sus limitaciones y sea capaz de marcar sus objetivos. En
función del resultado obtenido, se enmarca al inversor dentro de un perfil
determinado marcando así el nivel de riesgo capaz de asumir para poder elegir
los productos de inversión más idóneos a su figura. Este test de idoneidad siempre
puede ser modificado, pero teniendo en cuanta que no es conveniente adoptar
posiciones más agresivas que las que se puedan asumir sin perder el sueño.
Si el
ahorrador-inversor no dispone de la cultura financiera adecuada para la nueva
etapa inversora será conveniente que acuda a un profesional, en este caso a un
asesor financiero independiente, el cual le indicará los productos más adecuados
a su perfil y le mantendrá oportunamente informado de la evolución de la
cartera de inversión.
Una vez
concluidos todos los pasos anteriores, llega el momento de crear la cartera de
inversión para que el dinero ahorrado trabaje para el propio ahorrador. A
partir de este momento todo será un jardín de rosas, pero habrá espinas por el
medio. El mundo de la inversión está lleno de cantos de sirenas y de temidos
tiburones financieros sin el más mínimo escrúpulo. No es necesario que haga un
recordatorio a los estragos que se cometieron en el pasado, donde multitud de
ahorradores, que quisieron convertirse en avezados inversores de inmediato,
metieron su dinero en productos totalmente desconocidos para ellos y que al
final no eran más que humo maloliente.
En una
cartera pensada para el largo plazo pueden tener cabida, y de hecho la tienen,
diferentes productos de inversión, unos con más riesgo que otros. Si se tiene
claro esto y se está dispuesto a asumir las fluctuaciones venideras, que las
habrá, es la mejor forma de rentabilizar los ahorros porque realizar una
cartera diversificada, con el riesgo que cada uno pueda asumir, no es tan
difícil de crear. Eso sí, se necesita una base de información complementada con
unos cimientos de formación que no tienen que ser de posgrado.
Insisto, al ahorrador no le queda otra, al menos por el momento, que asumir un riesgo prudencial si quiere ver algo de rentabilidad. Es verdad que estar en liquidez también se considera una forma de inversión, pero no hay que resignarse a que el patrimonio acumulado durante tiempo sea saqueado sutilmente por la inflación.
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