22 de marzo de 2022

El escenario económico de la Estanflación

Foto by pixabay.com
Ya sé que no a todo el mundo le interesa la economía, pero a todos nos debe de preocupar esta situación ya que afecta de lleno a nuestra economía y prosperidad familiar. La Estanflación es un escenario económico no deseado y muy peligroso en que, habiendo inflación, se produce un estancamiento generalizado de la economía. Un país que se encuentre con la combinación de estos dos procesos, que raramente ocurren, sufrirá un estancamiento económico con un crecimiento de los precios y, además, se le sumará un porcentaje alto de desempleo, echando abajo cualquier previsión de crecimiento. Sin remedio, el monstruo de la Estanflación dejará abierta la puerta a una crisis y a la pobreza: mañana seremos más pobres que hoy.

La historia es cíclica y se repite cada cierto tiempo, pero en diferente estrato. Y esto no es nuevo, ya en el Génesis 41 se narra cómo después de siete años de abundancia vendrán otros siete de hambruna. Pero tampoco hay que remontarse a la antigüedad para ver situaciones parecidas y que se repiten de nuevo ahora. Me estoy refiriendo a los años 70 del siglo pasado, cuando la estanflación hizo acto de presencia arrasando la economía y con ella los Mercados Financieros.

Hasta entonces era la teoría de Keynes la que daba interpretación a la macroeconomía: lo normal era que el exceso de demanda provocase una recesión y una posterior crisis económica con su consabida deflación. Al aumentar el consumo tenía que adaptarse la oferta provocando un aumento de los precios. Aquí entraban los bancos centrales con su función de regular los tipos de interés y así nivelar la oferta y la demanda, manteniendo a raya la inflación. Hace medio siglo la cosa no fue así porque los productores de petróleo disminuyeron la producción artificialmente con el fin de aumentar los precios, llevando consigo una reducción del crecimiento económico y un aumento de la inflación. Ahora, la pandemia y la invasión de Ucrania están hundiendo la oferta sin que la economía sea capaz de retomar el vuelo con una posible inflación de dos dígitos. Las materias primas, la electricidad y los derivados del petróleo pueden tocar máximos históricos incidiendo directamente en el aumento del IPC, provocando un empobrecimiento de la población añadido a la carestía de la vida y aderezado con una ralentización del consumo. Resultado: desplome del consumo, incremento del desempleo, quiebras de empresas con el consiguiente empeoramiento de las condiciones laborales.

Las medidas a tomar son complicadas y difíciles de aplicar porque la que es buena para una cosa puede ser contraproducente para otra. Subir los precios del dinero podría ser una solución para aliviar la inflación, pero dejaría la economía estrangulada. Ya se vieron las consecuencias allá por 1973 cuando la Fed subió los tipos de interés rápidamente.

Una economía en incipiente crisis crea un problema político que da lugar a pruebas de ensayo y error. Esa incertidumbre le afecta de lleno a los Mercados Financieros que vemos cómo están sufriendo sin encontrar un suelo en el que asentarse y desde ahí ver el horizonte de otra manera. En esta ocasión existe una lógica discrepancia de comportamiento entre los mercados europeos y los americanos: América sufre, pero no tanto como Europa que se ha encontrado con vientos bélicos que ya traen chubascos ensangrentados. Las bolsas mundiales ya están dando señales de alerta con fuertes caídas intradiarias de los índices y el Índice del Miedo (VIX) dando señales de fuertes volatilidades. Al final, los inversores están indecisos porque, por un lado, oyen a los gestores de fondos de inversión que el escenario estanflacionista llegará, aunque no se quiera; por otro, la renta fija no sabe por qué camino decantarse, si por el de activo refugio o amoldarse a la inflación. En definitiva, el inversor decide quedarse en liquidez y ya veremos a ver lo que ocurre. No olvidemos que estar en liquidez también es una forma de invertir.

El monstruo de la estanflación es el peor enemigo que puede existir para los gestores de activos. Es muy difícil descantarse por un activo u otro para que capee el temporal sin que salga perjudicado el navío. En este caso, mirar al pasado sirve nada más que para decepcionarse. Fue una época muy oscura para todos los índices mundiales. Como siempre, se acude a una frase típica que no es otra que “reducir el riesgo de la cartera”, saber cómo hacerlo es otra.

Alguien habrá que diga que siempre nos queda la alternativa de usar al oro como activo refugio y es verdad, es uno de los pocos activos que funciona ante la estanflación. El pasado lo corrobora y ahora también está siendo así. En lo que llevamos de año lleva un periodo de escalada nada despreciable en contraposición, por ejemplo, del Euro Stoxx 50. Pero después de una subida vertical de un valor entra a jugar la prudencia ya que el futuro no es predecible. Todo dependerá de cómo evolucione este escenario: si todo va a peor, el metal dorado hará su trabajo, pero en cuanto que se atisbe un pequeño estado de mejoría, volverá de nuevo a sus valoraciones convencionales.

En otro campo, en ocasiones similares han funcionado bastante bien los bonos ligados a la inflación. Invertir en bonos que dan algo de rentabilidad no es malo, pero hay que tener encuentra que la rentabilidad real viene dada cuando se le resta la inflación y, en este caso actual, esa rentabilidad es negativa. Otro dato en contra de la inversión en bonos a largo plazo es que su precio puede caer si suben los tipos de interés.

Los dividendos pueden ser otra alternativa. En este caso el consenso del mercado establece la inversión en aquellas compañías sólidas, que estén poco endeudadas y que tengan la capacidad de trasladar la subida de los constes a sus balances. Ante la falta de alternativas, el dividendo puede ser el chocolate del loro, pero tampoco se está para desperdiciar cualquier fuente de ingresos por pequeña que sea.

El mercado inmobiliario juaga una gran partida en este caso. Este mercado suele mostrar una gran correlación con el IPC, aunque no sea exactamente igual, no pierde valor constantemente. Este mercado también tiene grandes inconvenientes: ya sabemos que, si suben durante mucho tiempo, a un ritmo constante, pueden perder valor en un determinado momento. Además, a la rentabilidad hay que restarle los gastos de mantenimiento e impuestos y se trata de activos poco líquidos.

En fin, con una inflación por encima del 7% es muy complicado obtener rentabilidad real positiva, el listón se ha puesto demasiado alto. Al final no queda más remedio que resignarse. No hay mal que cien años dure y habrá que estar preparados para recibir todos los acontecimientos venideros. Y eso pasa porque nuestros gobernantes aclaren el panorama geopolítico y económico. Mientras tanto, la pérdida de poder adquisitivo está más que asegurada. La inflación es implacable con el ahorrador, es uno de sus peores enemigos. Qué pena ver cómo va desapareciendo el fruto de nuestro esfuerzo que tanto nos ha costado reunir año tras año.

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