1 de junio de 2023

Las deudas son una trampa en la que es fácil caer, pero muy difícil salir

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Las deudas no son siempre malas. Muchas veces, si están bien manejadas, son capaces de dar una alegría al bienestar económico familiar mejorando las finanzas, siendo capaces de poner al deudor en el camino de sus sueños. Por el contrario, en otras ocasiones, las deudas se convierten en un lastre que se lleva por delante la mayoría de los ingresos, siendo el principal obstáculo para el crecimiento económico. Por eso, es esencial seguir una buena estrategia que permita devolver la deuda a su debido tiempo sin llegar a la bancarrota.

La deuda se puede definir como el dinero que se le pide prestado al nuestro yo futuro. En muchas ocasiones, el futuro es a muy largo plazo por lo que un revés económico familiar, o cualquier incidente exógeno, puede dar lugar a un aumento desmesurado de la deuda contratada. Se está viendo en la actualidad cómo la escalada de los precios ha provocado que el BCE haya subido el precio del dinero, acercando al euríbor al 4%. El alza de los precios, junto con la subida de las hipotecas, han hecho que las familias endeudadas tengan más dificultades para amortizar el principal y pagar los intereses. Llegados a este punto, para evitar el sobreendeudamiento y llegar a caer en la bancarrota, es recomendable diseñar una estrategia que comience por la necesidad o no de endeudarse y cuándo es más conveniente hacerlo.

Decía Thomas Jefferson que es preferible no gastar el dinero antes de haberlo ganado. Y tenía razón. Dice la teoría que la mejor manera de afrontar un gasto es ahorrar su coste previamente. Pero en multitud de ocasiones es inevitable pedir financiación para hacerle frente a un gasto elevado: tal es el caso de la compra de una vivienda o cuando el objetivo es el de adquirir un activo para obtener rendimientos. Ahora bien, esos rendimientos deben de tener una rentabilidad superior al coste de la deuda; si no, la quiebra estará asegurada.

Prevenir el endeudamiento no es tarea fácil. Una mala gestión de los ingresos y los gastos puede llevar a la quiebra de forma irremediable. Si es necesario recurrir a la financiación, la primera premisa pasa por elegir el producto adecuado y si se podrá devolver la deuda que conlleva. Para ello existe una regla que no porque sea tan simple dejar de tener eficacia, todo lo contrario. Estoy hablando de la regla 70/30 que consiste en destinar el 70% de los ingresos a los gastos básicos y el 30% restante a las deudas y al ahorro. Siendo así, en el momento en que las deudas comiencen a acercarse al 30% es señal inequívoca de que la deuda se está acercando a terreno pantanoso, corriendo el riesgo de impagos y el consiguiente embargo de los bienes.

“Los acreedores suelen tener mejor memoria que los deudores” Benjamin Franklin

Las entidades financieras ponen un amplio espectro de productos a disposición de las personas que necesiten financiación. Todos ellos, gestionados eficazmente, permiten acceder a bienes o servicios sin abusar del endeudamiento. Al haber varios, hay que optar por el que más se adapte a las necesidades personales y el que más se adecúe a la forma de devolución deseada. Tal es el caso de las tarjetas de crédito en cualquiera de sus modalidades, préstamos personales, hipotecas, microcréditos, etc.

  • Tarjetas de crédito: están recomendadas para la financiación de pequeñas compras y demorar su pago hasta final del mes en curso para así esquivar el pago de intereses. No se deberán utilizar para la compra de productos a plazos debido a que el tipo de interés es alto. Algunos tipos de tarjetas, las revolving por ejemplo, debido a sus altos tipos de interés que aplican, pueden convertir la deuda en algo indefinido con el consabido aumento del capital a devolver.
  • Préstamos personales. Son los más adecuados para financiar bienes de consumo con un importe elevado y por adaptarse muy bien a la economía familiar. El deudor tiene claro, desde el inicio, la cuota que va a pagar y el tiempo.
  • Hipotecas. Son los créditos indicados para financiar la compra de una vivienda ya que, al usar el inmueble como garantía, el riesgo de impago se reduce y el banco ofrece un interés más bajo en comparación con las otras formas de financiación.
  • Microcréditos. Son los típicos productos de financiación que se deben de evitar debido a su elevado interés, pudiendo generar graves problemas de sobreendeudamiento al sobrepasar en ocasiones el 100% anual.

La quiebra siempre proviene de una falta de pago de la deuda contraída. Al no pagarse las cuotas a su debido momento se incrementan los intereses y eso puede dar lugar a un endeudamiento que puede acabar en un embargo. Para evitar esta situación es esencial revisar los gastos y eludir los innecesarios y, por supuesto, no financiarse para pagar las deudas.

Si la quiebra es inminente, antes de que llegue, es primordial renegociar la deuda con la entidad financiera. Otra solución pasaría por la reunificación de las deudas, pero esto es algo que se debe de estudiar con mucho cuidado, debido a que sólo es aconsejable para los que se vean muy asfixiados por los créditos y la previsión es que les cueste demasiado llegar a fin de mes. Si la deuda que existe es única se puede hablar con el acreedor para fijar nuevos plazos y flexibilizar los pagos. Sin embargo, una de las mejores opciones para los que sean insolventes es acogerse a la Ley de la Segunda Oportunidad, la cual, cumpliendo una serie de requisitos, permite cancelar la deuda y comenzar de nuevo la vida financiera.

Para evitar el exceso de deudas se deben de aplicar una serie de reglas antes de adquirir un crédito: El crédito siempre tiene que ser productivo, tal es el caso de una casa o un negocio. Es muy peligrosos adquirir una deuda cuando las perspectivas económicas familiares no se prevén buenas. Y, por último, endeudarse para el consumo es la causa de la mayoría de las quiebras ya que éste debe de cubrirse con los ingresos.

Si para el consumo no llegan los ingresos es una señal inequívoca de que la economía doméstica está flaqueando debido a una mala gestión. Una buena gestión pasa por recortar los gastos y/o aumentar los ingresos. Si eso se consigue, la siguiente fase es el resurgimiento de una nueva capacidad de ahorro.

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