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27 de julio de 2020

El devenir del Dinero


En este mundo, si algo hay paradójico es el dinero: no tiene valor por sí mismo, pero es el bien más codiciado; no tiene fuerza, pero es capaz de mover el mundo; la salud es lo más importante, pero se cambiaría un proceso gripal por una buena cuenta corriente; el dinero no te da la felicidad, pero te deja a un paso de ella… Qué razón tenía Quevedo cuando escribía “Y pues es quien hace iguales / al rico y al pordiosero, / poderoso Caballero es don Dinero”. No importa si se tiene por su origen o por pedir limosna. Al fin y al cabo, el tener dinero es como la muerte: a todo el mundo iguala. Ya en la Edad Media, el Arcipreste de Hita escribió en su miscelánico “Libro del Buen Amor”: “El dinero es alcalde y juez muy alabado, / es muy buen consejero y sutil abogado, / alguacil y merino, enérgico, esforzado; / de todos los oficios es gran apoderado”.

Hablar de dinero es pensar en monedas y billetes, pero no siempre ha sido así. Es más, hoy tampoco es así. En las economías de subsistencia se intercambiaban bienes o servicios mediante el trueque y ese era su medio de pago. Comprador y vendedor tenían que ponerse de acuerdo y estar interesados en los bienes que ofrecía cada parte. El trueque no era más que ofrecer lo que se tiene de sobra para recibir lo que a otro también le sobra. Lógicamente, tenía que existir la necesidad de aquello que en exceso poseía uno y al otro le hacía falta. La humanidad siempre ha hecho lo posible por cubrir sus necesidades. El intercambio entre dos productos era muy sencillo, pero se complicaba mucho cuando el número de bienes y servicios comenzó a ser bastante amplio.

23 de abril de 2020

El entorno financiero en El Quijote


Don Quijote de la Mancha, nuestro libro más universal, ha sido considerado como un símbolo de España. Tanto es así que algunos autores lo mencionan como nuestro embajador universal porque muestra la realidad de una época. En un principio, se leyó como una obra más o menos cómica atendiendo a las aventuras y desventuras del caballero y su escudero. Con el tiempo, se reconoció su valor trascendental y se han ido extrayendo grandes enseñanzas quedando, incluso, como el gran libro de citas célebres.

Miguel de Cervantes nos muestra el panorama y las condiciones socioeconómicas españolas de la época (siglos XVI y XVII) poniéndolas en boca de Don Quijote y Sancho. Nunca habla de la época en que los protagonistas realizan sus aventuras, pero es de suponer que autor y personajes eran contemporáneos. Esa época, forma parte del comienzo de la decadencia económica de aquel país “en el que nunca se ponía el sol”. Cervantes, en este caso, ha sido relegado por su personaje y, así, es más común oír hablar de la “época del Quijote” que de la “época de Cervantes”.

22 de abril de 2020

La importancia del ahorro cuando vienen mal dadas

En el siglo pasado, los que nacimos y nos criamos en lo que hoy se conoce como la España Vacía, conocimos, aunque la mayoría de los de mi generación ya no la vivimos, la economía de subsistencia. Aquélla en la que cada familia producía lo que consumía, condicionada por los factores climatológicos y la salud de cualquiera de los integrantes de la unidad familiar. En otoño e invierno se llenaban las bodegas y en primavera y verano se llenaban los pajares con los excedentes de producción. Aquéllos tenían muy claro qué era el ahorro: esa parte de los ingresos ordinarios que se reservan como previsión para posibles necesidades futuras. No tenían diplomas ni doctorados enmarcados y colgados en la pared, pero ¡qué sabios eran! Sabían distinguir que el ahorro ordinario era el que se destinaba a las contingencias comunes y que el ahorro destinado a la inversión generaba futuras plusvalías.

Desde la antigüedad, el saber popular siempre ha ensalzado las virtudes del ahorro y ha sido cauteloso contra las consecuencias del consumismo y el despilfarro. Los economistas más clásicos todavía mantienen que el ahorrador, al preocuparse de su futuro y el de los suyos, no perjudica a nadie. Por otro lado, están los que atacan estas ideas, poniéndolas en duda, enalteciendo la doctrina del consumo y del gasto público.

El ahorro siempre ha sido tema de discusión. Ya Adam Smith (1723-1790) intentó rebatir, a favor del ahorro y la inversión, las tesis mercantilistas dominantes de la época, en las que se consideraba a la acumulación de dinero una de las causas reales de la falta de trabajo, debido a que se pensaba que la renta real disminuía al retirar ese dinero de circulación. Con el tiempo, se ha demostrado que la renta real no disminuye.