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De la misma
forma que en las aulas no se enseñan finanzas, educación emocional o
autoconocimiento, tampoco se enseña a ser empresario o emprendedor. Es necesaria
una formación empresarial. Tenemos muy buenas escuelas de mercado que preparan
al alumnado para trabajar, pero que dan la espalda al mundo de la empresa.
En esta
sociedad tiene que haber de todo, pero es triste pensar en esos jóvenes que
quieren ser funcionarios sacrificando sus sueños a cambio de un minisueldo, con
la única satisfacción personal de que trabaja para el Estado. Y así, ni se
sustenta el Estado ni el estado de bienestar. Una sociedad que no emprende no
progresa: se necesita el abordamiento de nuevas ideas y esas son patrimonio de
los pocos emprendedores y empresarios que son capaces de vestirse con tan
complicado atuendo. Sin embargo, al empresario se demoniza y se desacredita
constantemente, se le trata de “explotador” o de “especulador” hasta por el
poder político, teniendo la legislación laboral en su contra, siendo muy dura y
favoreciendo desproporcionalmente al trabajador, incluso aunque no lo sea. El
mercado de trabajo debe de ser mucho más dinámico. Las empresas se ven
obligadas a soportar al personal que no produce si lleva muchos años prestando
sus servicios. A la pequeña empresa no le compensa su despido, lo que lo
convierte en intocable y así no crece el empleo.