Foto by pixabay.com |
En tiempos de
los romanos, la expresión “cisne negro” se usaba como una metáfora de algo
“hipotéticamente posible, pero inexistente”: sería algo así como cierta cosa
tan rara que se podía ignorar. Tanto era así que el poeta romano Décimo Junio
Juvenal, autor de 16 sátiras escritas entre el primer y segundo siglo de
nuestra era, en la Sátira VI escribía: “sit
Formosa, decens, dives, fecunda,/ vetustos porticibus disponat avos,/ intactior
omni crinibus effusis bellum dirimente Sabina,/ rara avis in terris nigroque
simillima cycno…/ quis feret uxorem cui constant omnia?” (“Que sea hermosa,
decente, rica, fecunda,/que en sus pórticos alinee las vetustas figuras de sus
antepasados,/más intacta que aquellas Sabinas que con sus cabellos sueltos
impidieron una guerra,/ ave rara en esta tierra, muy semejante a un cisne
negro…/ pero ¿quién soportará a una mujer que no tenga defectos?”) en
referencia a la búsqueda de la mujer perfecta.
La teoría del
“cisne negro” es una metáfora que describe un suceso inesperado y de un gran
impacto. Fue desarrollada por el filósofo e investigador libanés Nassim
Nicholas Taleb remontándose su origen al siglo XVII. Hasta ese momento, se
pensaba que todos los cisnes eran de color blanco, pero ese descubrimiento
inesperado en Australia cambió por completo la percepción que existía por aquel
entonces.