Tras las subidas del precio del dinero por parte del Banco Central Europeo (BCE) el mercado de deuda pública española despuntó al alza debido a que su relación es directamente proporcional. Esa relación simbiótica provocó en el 2023 la fiebre por las Letras del Tesoro, azuzando a que los ahorradores más conservadores hicieran colas interminables a las puertas del Banco de España para no perder la oportunidad de participar en las subastas. Incluso, hubo momentos en que se colapsó la página web del Tesoro Público. Según los registros del Tesoro, en diciembre de 2023, el 34% de las Letras estaba en manos de inversores minoristas, en contraposición del 2,4% del año anterior.
Las Letras siempre han sido un producto popular entre los ahorradores
debido a que ofrecen plazos muy flexibles de inversión (desde los 3 a los 12
meses) y buenas rentabilidades, gozando de la garantía del Estado con lo que el
riesgo tiende a cero (salvo que España quiebre), pero los beneficios que
generan no están exentos de tributación.
Las Letras del Tesoro son activos financieros que se emiten al descuento
(se compran por un precio inferior al que se recibe al vencimiento) o de
rendimiento implícito, por lo que la diferencia entre el importe obtenido en la
venta o amortización y el pagado en la compra tienen la consideración de
rendimientos del capital mobiliario (al igual que los dividendos o los
rendimientos de los depósitos y las cuentas remuneradas) estando sujeto al
IRPF. Sin embargo, las Letras no sufren la retención a cuenta sobre el
rendimiento, cualquiera que sea el perceptor del mismo. El rendimiento obtenido
se declara en el ejercicio fiscal en el que se ha producido la venta,
independientemente del plazo de vencimiento.