Durante el
transcurso de la vida se deben de tomar multitud de decisiones económicas, unas
más importantes que otras, pero todas las veces estarán influenciadas por
determinadas prioridades, por el tiempo de espera, por los beneficios a obtener
o por un acontecimiento inesperado. Sin embargo, no todo se basa en la
racionalidad, porque el comportamiento del ser humano no siempre es racional y
el mundo de las inversiones no es diferente. El sector financiero y económico
se han convertido en áreas de conocimiento esenciales para el funcionamiento de
la sociedad y del mercado de cada país.
En su
momento, Aristóteles afirmó que el hombre es un animal racional, siendo esta
definición la tesis de la teoría financiera clásica que decía que los
inversores son perfectamente racionales y que siempre consiguen tomar la mejor
decisión en cualquier situación, actuando en base a una serie de
investigaciones analizadas de manera racional. Pero la historia y las
investigaciones empíricas han demostrado fehacientemente que las personas
cometen sistemáticamente errores cuando se toman decisiones, no desde la razón,
sino desde la irracionalidad. Evidentemente, esto también se aplica al mundo de
las finanzas porque los inversores son emocionales. Y este es precisamente el
origen de las finanzas conductuales o finanzas del comportamiento (Behavioral
Finance) porque los mercados no son del todo eficientes y los inversores no son
del todo racionales. Por tanto, las finanzas conductuales, como una combinación
de economía, finanzas y psicología inversora, influyen directamente en la toma
de decisiones del inversor.